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Valencia ya goleo 6-0 al Real Madrid en Copa del Rey en 1999




El Valencia de Claudio Rainieri logró un 6-0 en la temporada 98-99 que dejó sin opciones al Real Madrid para el encuentro de vuelta de semifinales de la Copa del Rey. Fue la penúltima vez que ambos se vieron en Mestalla en este torneo, la última en que los ché lograron superar una eliminatoria copera ante los blancos.

El Valencia torturó al Real Madrid para ser virtual finalista de Copa. Seis goles que fueron golpeando, poco a poco, al conjunto madridista hasta desangrarlo. Toshack se sonrojaba minuto a minuto, gol a gol, víctima de su desidia ante la semifinal y de su absurda y exagerada precuación defensiva. Mestalla se puso a bailar para celebrar una goleada histórica. La agonía del Real Madrid contrastaba con la vorágine valencianista. Una tocada defensa de cinco hombres sólo se podía mirar a los ojos cada vez que Illgner tenía a recoger el balón de su portería. Nadie cerraba, nadie tapaba y todos añoraban con rabia a Fernando Hierro. El centro del campo madridista se rompió con la expulsión, por roja directa, de Redondo, tras una fricción con Angulo. López Nieto erró y contribuyó al descalabro del armazón visitante. Seedorf y Guti nunca se metieron en el partido. Delante, Savio corrió sin sentido y Morientes se evadió.

El Valencia perfeccionaba su fuera de juego. La línea de cinco defensas se movía con maestría y desnudaba los amagos madridistas de inquietar a Cañizares. Ni una sola ocasión en el primer período de los visitantes. Todas eran valencianistas. Primero, Angulo tanteó a Illgner y después, a balón parado, llegó el primero. Morientes e Iván Campo saltaron para intentar cabecear la luna de Valencia y descompusieron a la barrera; el Piojo le pegó por bajo, raso, y el balón se enamoró de la red.

El equipo de Ranieri se hacía grande. Iván Campo mandó a Angulo a la grada, tras pase letal de Claudio, pero López Nieto se tapó los ojos. Un minuto después, Redondo se puso los grilletes y el partido sonrió a los locales. Roche sacó a relucir un desconocido instinto asesino. Primero, voleó dentro del área y, rozando el descanso, peinó el balón, que coqueteó con el poste. Dos goles que difuminaron al Madrid.

Antes del segundo gol del francés, Claudio López convirtió el césped de Mestalla en un tapiz, apuntaló los dos postes y Vlaovic, con un pie poco ortodoxo, hizo el tercero. El piojo quería más, pero se cerró los huecos ante Illgner, y Angulo quiso ponerse un sombrero que no le cabía. Quedaban 45 minutos de agónico sufrimiento madridista. Jugar como el Valencia le explotó en la cara. Angulo tocó un balón tras un disparo de Claudio López: fue el quinto en la frente.

El Real Madrid empezaba a disfrazarse de San Marino y, sin quererlo, escribió con sangre una página negra en su Historia porque llegó el sexto, el mejor, obra de Mendieta: lucha y colocación en su disparo con la zurda. Sólo se asomó alguna pincelada de Ognjenovic, la torpe expulsión de Vlaovic, una dudosa caída de Seedorf junto a Angulo, el cara a cara de Morientes y Roche, y las dos mejores ocasiones madrileñas, a pies de Morientes y Savio. Mestalla aún se frota los ojo

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